miércoles, 14 de enero de 2015

La competencia tiene valor en sí misma


Patricio Delgado P.*



En una lectura rápida de las Bases Curriculares de la Educación Física (2013), de primero a sexto básico, me detuve en un punto que en una distraída lectura anterior no había reparado. Sin embargo, ahora con una lectura más intencionada, aparece casi como una bofetada en la cara, por la violencia (desde mi perspectiva) que subyace en esa afirmación. El párrafo que menciono se puede leer en la Introducción de las B.C., en el punto subtitulado como: Iniciación Deportiva; página 163. Destaco en negrita aquello que considero más fuerte dentro del párrafo.

“Los estudiantes (desde quinto básico) deben aprender que la competencia tiene valor en sí misma, que involucra una serie de beneficios, independientemente de los ganadores o perdedores. Por ejemplo, en la competencia deportiva se potencian valores como el traba-jo en equipo, la solidaridad, la perseverancia, el esfuerzo y el trabajo en torno a metas específicas. (163)”.

Tengo mis dudas, ¿La competencia tiene valor en sí misma? Entiendo que la esencia de la competencia es ganar, si alguien gana, alguien pierde. Es una guerra que necesita ser controlada porque en la confrontación ambos rivales quieren ganar, no existe otra alternativa. La competencia se relaciona con la conquista no con la colaboración. ¿Qué valores pueden manifestarse ahí?

Veamos que sostienen al respecto dos estudiosos sobre el tema:

Maturana (1977): “La sana competencia no existe. La competencia es un fenómeno cultural y humano no constitutivo de lo biológico. Como fenómeno humano la competencia se constituye en la negación del otro,… la victoria de uno surge de la derrota del otro…”

Si aceptamos lo fundamentado por don Humberto Maturana, podríamos afirmar que ninguno de los valores que se señalan en las Bases Curriculares, como propios de la competencia, están en ella. Entonces, ¿Dónde los encontramos? Estos valores surgen solamente desde el accionar del profesor o profesora. Únicamente ellos, con su intención, sus metodologías, su compromiso y su actitud amo-rosa, pueden impregnar o “sanear”, la competencia.

Contreras Jordán y García López (2011), señalan, “Los juegos y los deportes, como contenidos de la Educación Física, por sí so-los no constituyen elementos de mejora del comportamiento de los jóvenes, sino que, muy al contrario, es la acción intencional del profesorado la que puede provocar dicho cambio”

Y precisan aún más esta afirmación, con un argumento simple y por lo mismo, muy evidente.

“El deporte no educa por sí mismo, ya que si eso fuera así, bastaría poner a practicar a niños y adolescente de todo el mundo deporte, para que viviéramos en una utopía”.
Considero desorientador que las B.C. contengan una afirmación de este tipo y además señale que “los estudiantes así lo deben aprender”. Lo bueno es que se refiere sólo a los estudiantes, no a las estudiantes.

Sobre todo en educación, debemos tener cuidado con las palabras, Maturana dice,… “las palabras no son inocuas y no da lo mismo que usemos una u otra en una situación determinada.” Otorgar a la competencia, valores esenciales, al menos en educación, me parece no ser una afirmación que pueda obtener un respaldo argumentativo muy sólido. Desde la educación física, la competencia, podríamos considerarla, únicamente, como una herramienta, una instancia y un espacio que nos ofrece la oportunidad para mostrar y trabajar los valores sociales que se estiman necesarios para la convivencia en la paz.

Pero, este espacio no se produce porque en la competencia estén impregnado los valores que se
sugieren, sino porque precisamente, siendo más alta la probabilidad de encontrar en ella, la expresión de comportamientos contrapuestos a estos valores, la que la transforma en terreno apto para el cultivo de los mismos, (pido disculpa por la analogía), igual como emerge desde el fango, las raíces del loto para regalar su flor.

Y esta es la tarea del o de la docente de Educación Física, que la esencia separativa que posee la competencia, se transforme en el nutriente óptimo para el florecer de los valores que esta no posee y equivocadamente se le otorga.

Finalmente, cito a Terry Orlick, “La cooperación está directamente relacionada con la comunicación, la cohesión, la confianza y el desarrollo de las destrezas para una interacción social positiva”.

BIBLIOGRAFÍA:
Maturana, H. (1977). Emociones y lenguaje en educación y política. Chile:.
Dolmen. Orlick, T. (2001). Juegos y deportes cooperativos. España: Popular
MINEDUC. (2013). Bases Curriculares de Educación Física. 2013, de MINEDUC Sitio web: www.curriculumenlineamineduc.cl/605/w3-propertyname-550.html
Contreras, O.. (2011). Didáctica de la Educación Física. España: Sintesis.


*Profesor Ped. en Educación Física

Mi intercambio


Ainhoa Ancizu Oscoz*




Todo comenzó como un sueño, una aventura que llevaba mucho tiempo queriendo emprender. Debo confesar que al principio estaba muy nerviosa y emocionada, pero también sentía un poco de miedo e intriga por lo que me depararía en estos cinco meses alejada de mi gente, de mi tierra.

Ahora, cuando esta aventura está a punto de acabar, miro hacia atrás y puedo decir que, sin ninguna duda, realizar este intercambio ha sido la mejor experiencia de mi vida.

Gracias a este viaje he descubierto un país increíble con paisajes y lugares mágicos. He podido conocer una nueva cultura, una nueva gastronomía y nuevas formas de vida.

Pero no solo he conocido nuevos lugares, sino que también he podido conocerme un poco más a mí misma. Durante estos meses me he tenido que enfrentar a miedos y temores, he tenido que asumir nuevas responsabilidades, he vivido situaciones en las que jamás había estado y todo eso ha hecho que conozca partes de mí que desconocía.

Y es que este viaje ha sido un constante aprendizaje. He aprendido mucho a nivel académico, pero sobre todo a nivel personal. Realizar este intercambio me ha ayudado a abrir mi mente, a valorar la variedad, a apreciar las pequeñas cosas de la vida, a dar lo mejor de mí día a día, a enriquecerme como persona.

Pero, sin duda, lo mejor y lo que ha hecho que esta experiencia haya sido inolvidable han sido las personas que he conocido durante esta andadura. He tenido la suerte de conocer personas maravillosas de todas las partes del mundo. Personas que me han enseñado mu-chas cosas, con las que he compartido nuevas experiencias y he vivido momentos inolvidables.

En definitiva, gracias a este intercambio me he dado cuenta de que las mejores cosas de la vida no son cosas. Son momentos, son personas, son experiencias y vivencias y de todo eso me llevo cargada la mochila de regreso a mi país.


*Alumna de intercambio

La motivación y el aprendizaje


Marta Galleguillos*

Al hablar de motivación, nos adentramos en un término que reviste múltiples aristas y que tiene directa relación con una emoción o impulso que mueve e inclina hacia una acción. La motivación puede ser definida como el deseo de satisfacer una necesidad que lleva al ser humano a realizarse y sentirse satisfecho consigo mismo. Esta emoción es la que permite finalmente que exista coherencia entre lo que se necesita y lo que satisface esta necesidad.

En el ámbito de la educación la motivación adquiere una vital importancia para lograr más y mejores aprendizajes. Es por esto que la gran problemática que encuentran los profesores iniciados está justamente en el cómo motivar a sus alumnos, conservando el ánimo para aprender, el entusiasmo para preguntar, la constancia para ejecutar la tarea y, en definitiva. el gusto por conocer y
comprender. Esta tarea no es menor, considerando además la diversidad de asignaturas, contenidos y experiencias en las que participan los estudiantes dentro de un programa determinado, con horas o secciones de tiempo estructuradas, con numerosos cursos, con pocos o variados recursos y un espacio no siempre óptimo. Al considerar estos factores nos referimos a un tipo de motivación, denominada “motivación extrínseca”, es decir, aquella que proviene de lo externo, pero que finalmente cuando existe, puede producir un deseo de realizar la acción con certeros resultados, mientras que al no existir puede incluso generar un rechazo hacia ella.

A menudo los estudiantes de nuestro sistema escolar, e incluso en el sistema universitario, manifiestan una motivación extrínseca, es decir, aquella que proviene de estímulos exteriores y que los mueve a estudiar, atender en clases, repasar, hacer trabajos, rea-lizar acciones y procedimientos. La gran motivación extrínseca podría ser la nota, la actitud del profesor que premia o refuerza, la complacencia de los padres, la admiración de los compañeros, los recursos e instrumentos que hacen sentir placer para cumplir la meta, etc. Es en este tipo de motivación donde los padres y docentes han desarrollado una serie de recursos para lograr que los niños y jóvenes desarrollen sus capacidades a través del aprendizaje. No obstante, los esfuerzos a ve-ces no son suficientes, o bien no van en la dirección correcta, puesto que es necesario considerar también la motivación que surge de condiciones internas propias de cada individuo, según sus propios intereses, sus rasgos de personalidad y sus propios sueños. Es en esta última palabra, derivada de los pensamientos que cada persona puede tener respecto a lo que le gustaría hacer, donde se encuentra la motivación intrínseca, es decir, aquella que mueve al individuo por la propia satisfacción en el cumplimiento de un sueño o meta. En este sentido hablamos también de una auto-motivación, o de una persona auto motivada, cuando no requiere que las condiciones externas sean buenas o ideales para sentir el deseo de realizar una acción y en este caso, una búsqueda del aprendizaje.

Citando el documento “Marco para la buena Enseñanza”, elaborado y distribuido por el Ministerio de Educación, podemos extraer del segundo dominio denominado “Ambiente propicio del aprendizaje”, los conceptos que hablan de calidad de los aprendizajes y el contexto bajo el cual sugiere que se
se logren, estableciendo dependencia con componentes sociales, afectivos y materiales. Es en este dominio donde se sugieren diversas estrategias y condiciones que colaboran en un ambiente que finalmente sea motivador para el aprendizaje y logre desarrollar conductas que lleven a ejecutar los diferentes niveles de pensamiento que incluyen habilidades y destrezas cognitivas y procedimentales, para que el alumno final-mente se desarrolle alcanzando una motivación intrínseca hacia el logro de metas para lograr aprendizajes.

Cabe señalar que no todos los aprendizajes se logran dentro de la sala de clases, más bien, es en ésta donde se debiera dar la motivación extrínseca para que el alumno practique, realice tareas y busque mecanismos para aprender des-de su motivación intrínseca. Cuando esto logra generar placer en el estudiante, por el solo hecho de ver satisfecha una necesidad de aprendizaje, estamos ante los efectos de una motivación intrínseca que se ubica en un proceso de mayor madurez del individuo y mayor valoración también respecto a sus propias metas. Es así que en la etapa de la niñez, los estudiantes tienden a motivarse más por los estímulos y situaciones más significativos para ellos, mientras que los estudiantes más grandes, suelen motivarse por la consecución de metas. Estas dos caras de la motivación intrínseca, obedecen entonces al nivel de maduración del ser humano.

Se han realizado muchos estudios sobre aprendizaje y motivación, en los cuales se podría inferir que la motivación que debe rescatar el profesor responde a gustos e intereses de los estudiantes que es necesario considerar para la búsqueda de estrategias y recursos que colaboren a lograr los aprendizajes. Para aportar más a esta visión, podemos decir que la motivación permite lograr más y mejores aprendizajes, permite tener una buena actitud de los estudiantes hacia la clase, hacia el profesor y hacia sus propios aprendizajes. Y, finalmente, permite estimular nuevos conocimientos.

Ahora bien, se ha partido del supuesto, relatado por muchos estudiantes universitarios, que el hecho de estudiar una carrera ya les ayuda a auto motivarse por aprender en la disciplina escogida, y que, por lo tanto, sería un camino que los lleva a una profesión que ellos anhelan la mayoría de las veces. En este caso la motivación es el punto de partida. Ante esta creencia que subyace encubierta se deja tranquilo el afán de buscar estrategias motivacionales, que en algunas ocasiones podrían impedir a algunos profesores universitarios realizar una didáctica centrada en el estudiante en el ámbito emocional vinculada directamente hacia la motivación. Realizar una clase requiere de estrategias, pero muchas veces éstas apelan solamente a componentes intelectuales y exigen la comprensión, análisis del conocimiento sin un compromiso por hacerlo parte de su bagaje formativo partiendo de lo emocional.

La motivación es un bien deseable y necesario que es preciso conquistar en aras de logar
aprendizajes que perduren y sean significativos para el estudiante. Y esto, es precisamente porque la motivación es el impulso que requieren los estudiantes para conquistar sus propias metas y desarrollarse plenamente.


*Profesora Ped. en Artes Musicales

martes, 13 de enero de 2015

Nuestra última lucha (I)


Mario Cárdenas*

10 años después de “El Invierno de las Máquinas”

Las ultimas hojas terminan de quemarse, en aquel fuego que sé que jamás querré ver apagarse. Me aterra la idea de no ver todas las hojas quemarse, verlas reducidas a mero calor.

Aún recuerdo cuando uno de mis profesores me dijo: “La historia realmente no existe, solo existe la ficción histórica: nunca podremos decir realmente lo que sucedió”. Aquella frase era de Hermann Hesse, en “El juego de los abalorios”, libro que aún no he conseguido terminar de leer en medio de todo esto, pero que siempre tengo a mano. He podido rescatar muchos libros, la mayoría de ellos escritos originalmente hace más de 50 años, pero no soy capaz de guardar todo aquello que he escrito en los últimos 10. Ya no soy el mismo de antes: no soporto el leer mi propia obra sin pensar que no he logrado plasmar lo que he visto y vivido.

Alguien más se sienta frente a mí, contemplando la fogata que nos calienta en medio del campo. Las ciudades se levantan y existen cuales fantasmas. Nos recuerdan nuestra mortalidad, y al hacerlo, nos hace querer vivir lo mejor posible para que los que nos sucedan, sepan cómo deben vivir, evitando cometer los mismos errores, pudiendo vivir en medio de la muerte que los rodea.

Personalmente me deprime el que hayamos traído más gente a este mundo, especialmente cuando nuestros padres dieron todo para que tuviéramos un futuro, incluso si muchos no alcanzamos a vivirlo, y tuvimos que improvisar en el presente que nos tocó vivir.

-¿Todos los demás están durmiendo?- Pregunto a mi acompañante.

-Sí. De todas formas, nadie vendrá. Hace mucho que ya nadie viene por este sector.- Me responde.

Hay días en los que me gustaría llevar a los niños a las ciudades, para explicarles un poco de nuestro origen: contarles que antes éramos millones viviendo en ciudades, y no un grupo de menos de 20 deambulando por el campo y el desierto en busca de comida, fuego y recursos. No extraño el pasado por ser mejor, si no por ser más simple: solo teníamos que movernos en el mismo espacio de la
ciudad para satisfacer nuestras necesidades. Con un poco de suerte tenías una vida fácil y una muerte fácil, pero a nosotros nos tocó algo muy distinto. Tuvimos que aprender a luchar desde jóvenes. Creíamos que si todos éramos similares, no habría guerras, luchas ni conspiraciones. Nos equivocamos: las guerras fueron peores, no podíamos depender de nadie sin tener miedo de que nos atacaran por la espalda. En ese sentido, quizás estemos mejor ahora, moviéndonos en pequeñas bandas, matando animales cuando es necesario, recolectando vegetales y frutas en donde pasamos.

-¿Crees que somos lo último que queda de la humanidad?- Pregunta mi amigo.

-No, pero dudo que lo que quede quiera repoblar el mundo. No podemos asegurar nada para nuestros hijos, y probablemente, ellos crearan una sociedad igual nuevamente. Todo esto será cíclico, y otra vez alguien tendrá que viajar por el mundo, como ahora lo hacemos nosotros.

 Mi amigo se lamenta. Por dentro siente la esperanza que yo perdí hace mucho, pero que intenté mantener por muchos años.

Nos siguen nuestros hijos, mi hermana, la novia de mi amigo y otros hombres y mujeres que conocíamos. Todos éramos militares, por lo que siempre viajamos con armas y municiones. Yo mismo le enseñé a mi hijo a usar un arma, pero lo hice con dolor. Lo último que quería era ver a mi hijo en esa situación, pero no puedo permitirme el dejarlo indefenso en el mundo en el que vivimos.

-¿Seguiremos moviéndonos?- Pregunta mi amigo.

-Sí. Rodearemos Santiago. Conozco unas plantaciones de maíz cerca del norte de la ciudad. Nos tomara unas 3 horas llegar si vamos en los autos.- Respondo.

Mi amigo me mira con duda: sabemos que usar los autos es peligroso, pero no nos que-da alternativa.

La parte más oscura de la noche se imponía como telón de fondo del ruido de los dos ex-soldados moviéndose por entremedio de las plantas que se han tomado las calles lentamente, recuperando lo que el hombre les quitó en su arrogancia. Entrar a la ciudad era un riesgo necesario, ya que la comida del grupo se estaba acabando. Además, no era la primera vez que ambos amigos lo hacían, pero sí la primera vez que lo hacían con rifles silenciados en lugar de pistolas silenciadas.

Uno de los dos hizo un gesto de detenerse a su amigo. Una serie de ruidos mecánicos comenzaron a escucharse desde a distancia. Un escalofrío comenzó a recorrer la espalda de uno de los amigos mientras comenzaban a tirarse al suelo. La sensación de peligro los recorre llenándolos de miedo. Una vez en el suelo, una luz que oscilaba entre azul y verde empezó a dar color a los pastizales y a la maleza que crecía sin control. Tras varios momentos, las luces y los ruidos desaparecieron, permitiendo que los amigos continuaran su viaje. Tras un largo rato caminando, lograron llegar a su destino: el Costanera Center. A ambos les parecía extraño como el edificio más alto de Latinoamérica se alzaba casi como un símbolo de decadencia en la actualidad, recordando a los humanos restantes sobre su antigua existencia de un modo casi fantasmal.

La única entrada que no había sido sellada estaba por el centro comercial, por donde entraron los dos hombres. Una vez dentro, vieron por primera vez en mucho tiempo el interior del edificio: escombros por todos lados, oxido, madera quemada por quienes estuvieron antes en este edificio.

En lugar de detenerse a contemplar todo, los dos hombres siguieron avanzando hacia su destino, los pisos subterráneos, donde los esperaban los líderes de otros grupos, quienes contemplaban un mapa, iluminado por la luz de las velas.

-Bienvenidos.- Dijo uno de los hombres.

Ambos respondieron al saludo con un breve gesto. Seis hombres eran los que esperaban a los recién llegados a la reunión, que se sostenía al final de cada ciclo lunar. La última manera de medir los días que les quedaba a los hombres.

-Tenemos un grave problema.- Dijo uno de ellos mientras abría su mochila.

Los otros siete hombres dejaron sus cosas en el suelo para no pensar en el peso de sus cosas mientras escuchaban a quien les hablaba.


*Estudiante Ped. en Inglés

Pedagogía chilena


Álvaro Véjar*

A lo largo de la historia de la educación chilena se ha dado un dinamismo complejo entre las épocas de luz y oscuridad que esta presenta, siendo relevantes situaciones pasadas en que Carreño regía por sobre toda normativa urbana, hasta nuestros tiempos contemporáneos, opacados por la impersonalidad que nos obsequia hoy la tecnología.

El presente problema se viene configurando de forma potente con el pasar de los años, provocando que el auge tecnológico crezca de forma directamente proporcional con la apatía general de la sociedad. Cuestiones como esta han de ser bombardeadas y coartadas por agentes sociales con conocimiento y disposición al bien social, características integras de un buen docente.

La realidad hoy ofrece amplios márgenes de discusión, en la que diversos actores opinan acerca de la situación educativa nacional, cada uno desde su rol y ocasionalmente de forma nefasta para la sociedad en pro del provecho propio. Si bien la educación chilena no presenta un nivel precario en calidad según opinión internacional (muy por el contrario), nadie puede opinar de mejor manera que quienes constituyen la educación, siendo centrales los pedagogos y los educandos.

A pesar del optimismo con que se ve la realidad educativa, lo correcto es afirmar que queda mucho por mejorar y cambiar para concebir un trabajo dignificante, grato y de positivo impacto en el aula. Partiendo por las necesidades básicas de un docente, es necesaria la inclusión de las horas de planificación en las horas laborales, un diálogo constante con el gobierno, y el integrar a los alumnos y su opinión sobre cómo mejorar la educación. Los actores más influyentes en la toma de decisiones actualmente son los políticos, pero de forma coherente son los que menos voz debiesen tener en consideración a la educación; aprender no se debe constituir como un negocio, donde el que más tenga, mejor sepa. Esta realidad es conocida por todos, pero escasamente tratada por quienes gobiernan.

Lo anterior muestra a Chile padeciendo una suerte de “enfermedad autoinmune”, la cual se explica con la premisa de que mientras más se progrese, mejor. La contraindicación de lo expuesto, se vislumbra de forma expresa en la realidad capitalina: una vida en que se utilizan 45 hrs. semanales dedicadas a la profesión, tiempos exagerados de transporte para concretar el destino, sed de adquisición y subestimación de las relaciones humanas. Los márgenes de la libertad del vivir se enfrascan en esta realidad, borrando y pasando por alto momentos de esparcimiento, aprendizaje por el amor al saber y la importancia de la comunicación y el diálogo, cuestiones sanadoras para el estrés y fundamentales para el goce de la vida.

Todas las situaciones abordadas giran en torno a la influencia de quien se encarga de otorgar herramientas para sobrevivir a la trastocada realidad global. Los héroes anónimos que deben velar por la normalización de la ética, la validación de los derechos y el desarrollo del criterio y el aprendizaje en el alumnado, han de mejorar un cambio real, tomando el testimonio de los antiguos y mirando a futuro para generar los cambios que permitan sanar la ignorancia y superficialidad que aqueja a nuestra patria.

*Alumno de Ped. en Artes Musicales

Globalización y religión (I parte)




Estela Socías*


“¿Qué padre, que madre habría podido nunca abjurar de la naturaleza hasta el punto de presentar a su hijo o hija para ser degollados en un altar, si no hubiese estado seguro de que el dios del país ordenaba ese sacrificio?" (Filosofía de la Historia- 45).

En el texto "Filosofía de la Historia", Voltaire ofrece una mirada a la construcción social de los diferentes pueblos y naciones que podían establecerse como originarios. Pareciera ser que su intención es partir del inicio de las sociedades para comprender sus relaciones básicas con la
continuidad. Y aunque menciona pueblos absolutamente diversos, puede entreverse un hilo conductor que el autor probablemente no escogió, sino que existe como una constante en la humanidad y que el autor no niega. Nos referimos a las creencias y a la constitución de la religión a 10 largo de la
historia.

Voltaire manifestaba abiertamente las cualidades y diferencias de cada pueblo en relación con sus preceptos de adoración, explicando las doctrinas que compartían bases entre un pueblo y otro, siendo uno más viejo que otro o siendo contemporáneos o las prácticas o ritos comunes, así como también evidenciaba las falsas creencias o los engaños humanos desde la adivinatoria y el mal uso de aquello que podría reunirse en la fe (entendiendo fe desde la mirada cristiana y sin obviar la opinión de Voltaire sobre la religión). Y a 10 largo de todo el texto es imposible no con-templar la constancia del tema, por lo tanto, tenemos un indicador que consigna la presencia humana constante de la temática en la historia humana.

Desde siempre los pueblos han considerado a las creencias como una forma tangible de preservar cultura, muchas conquistas se han hecho desde la religión, con la religión o para la religión, y desde ese principio se han transmitido costumbres y ritos, se han convertido a la fuerza o por voluntad miles de fieles y han muerto incluso aquellos que se niegan. El mundo occidental es fiel reflejo de aquello entendiendo que a pesar de la multiplicidad de credos que existen en la actualidad, gran parte de la historia de este segmento del mundo se ha construido desde la influencia cristiana.

En la actualidad no se conquista desde la religión ni se mata por profesar credos distintos en el mundo occidental. De hecho, pareciera ser que desde la mirada contemporánea del hombre a partir del auge de la ciencia, la mira-da estricta del poder de Dios durante varias décadas
quedó supeditada al poder científico, sin embargo, hoy en día, en que la ciencia no ha cumplido con algunas expectativas sanadoras en la humanidad, los sujetos se han vuelto a prácticas espirituales ancestrales buscando nuevamente refugio en las creencias y el poder de un dios. Muchas enfermedades y catástrofes siguen sin ser evitadas o prevenidas, desde ahí la ciencia pareciera no cumplir con aquello que los hombres vieron como esperanza durante tanto tiempo y hoy, las doctrinas perseveran incluso con más fuerza.

Referencias:
Bibliografía
Cronk, N. (ed.) Obras completas de Voltaire. Francia.



*Profesora de educación Básica, mención lenguaje y comunicación .U. Mayor
Licenciada en Educación

Magíster en Literatura. U. Adolfo Ibánez

lunes, 12 de enero de 2015

Educación vial


José Antonio Villa*

Al caminar, cuando en la mañana se va a la panadería por ese pan fresco, crujiente y se cruza a mitad de cuadra, con el fin de esquivar ese “molesto” semáforo en rojo de la esquina, con su famosa “botonera peatonal” – mito urbano: ¿sirve de verdad el botoncito?- , esquivando vehículos, uno muestra parte de su cultura, parte de su educación.

Cuando el conductor, cansado de que el vehículo que lo antecede no circule a la velocidad que nosotros quisiéramos, que el “taco” (congestión) atente contra la puntualidad a la que aspiramos  –que si no fuera por los 15 minutos más en la cama no estaríamos tan nerviosos–  y que a la abuelita con el “burro” se le ocurre justo cruzar, lentamente, a paso cansino, frente a nuestras narices… en ese momento le tocamos la bocina y le hacemos gestos para que apure el tranco, es ahí cuando uno muestra parte de su cultura, parte de su educación.

Cuando el ciclista tiene ciclovía, pero opta por pedalear por la calzada, más encima por la cuarta pista, haciendo que los vehículos que se desplazan a mayor velocidad tengan que hacer malabares con el fin de no pasarlo a llevar. Ese ciclista que no usa casco, luces, elementos reflectantes y que, muy campante se sube a las aceras, no respeta señales, ni luces de los semáforos y que anda en contra del tránsito, en esos momentos él muestra parte de su cultura, parte de su educación.

Si el pasajero se sube al bus sin pagar la tarifa, riéndose tácitamente en la cara de todos quiénes sí lo pagaron, aquél que, por ir atrasado, prefiere subir empujando y atropellando a quien se le ponga por delante, dejando a esa mujer embarazada, a ese adulto mayor, a esa persona con discapacidad afuera o, si éstos tienen la fortuna de subir al bus o a los vagones del metro y no encuentran asientos disponibles para ellos porque mágicamente todos los que van sentados van “durmiendo”, lo que hacen estos pasajeros es mostrar parte de su cultura, parte de su educación.

En las cosas simples se aprecia cómo son las personas… ¿Qué más simple que transitar?

Tránsito: “Desplazamiento de personas, vehículos y animales por vías de uso público”. (Ley de Tránsito, artículo 2).

Para caminar no es necesario obtener un “carnet”, una licencia, ir al municipio, dar pruebas, demostrar que estamos aptos (idóneos) física, psíquica y moralmente.

Ni infraestructura, ni tecnología: el problema es Educación.

Chile sufre cada año la muerte de aproximadamente 1.600 personas por siniestros viales, de ellas un porcentaje muy cercano a la mitad son peatones. Si se miran las cifras de las infracciones de tránsito en los últimos 10 años que generan mayor cantidad de muertes, de un total de 14, los peatones somos responsables de 6, los conductores de 8.

Generalmente ocurre que cuando se le pregunta la opinión a los peatones de cómo consideran que es la conducta de los conductores, los primeros responden que los segundos son agresivos, imprudentes, estresados, con poca tolerancia, con mínimo conocimiento de las normas y así sucesivamente se le suman adjetivos negativos. Sin embargo, cuando uno tiene la suerte de conducir un vehículo, se aprecia que las conductas de los peatones son agresivas, imprudentes, estresadas, etc. ¿Y la conducta de los “motoqueros”? Ídem ¿Y la conducta de los ciclistas? Ídem.

Entonces, ¿será culpa de los conductores que el tránsito se haya tornado tan agresivo? ¿O será culpa de los peatones? ¿O de los…? La respuesta, a todas luces, indica que no hay responsables en un grupo en particular, la culpa es de todos nosotros, de la sociedad.

Fácil, si usted tiene un mono y lo pone arriba de un vehículo, ¿qué hace éste? Conduce como mono. ¿Y si lo pone a caminar? Camina como mono. ¿Y si lo sube a una bicicleta? Pedalea como mono.
“Ya… es interesante todo esto”, dirá usted… “Pero, ¿qué tiene que ver esto con nosotros? ¿Acaso se relacionan los accidentes o la falta de cultura vial con lo que enseñamos en la universidad o lo que deben aprender nuestros alumnos de la facultad?”

Por ahora le diré que sí… y que existe una obligación legal de ello. Pero le propongo conversarlo en la siguiente exposición de ideas, ¿le parece?

*Ingeniero en Transporte y Tránsito, UTEM
Profesor de Estado para la Ed. Téc. Prof., USACH
Magíster en Gerencia y Políti-cas Públicas, USACH