jueves, 16 de octubre de 2014

Monarquía, propuesta dantesca hacia la felicidad humana. (Dante, La Divina Comedia).


Estela Socías*


“… el género humano se asemeja más a Dios, sobre todo, cuando es más uno, porque la verdadera razón de la unidad se encuentra solamente en Él".

En el pensamiento político de Dante Alighieri el concepto de unidad nos da el hilván para penetrar en su discurso. Dante postula la monarquía como la forma política que llevará a la humanidad a la paz universal.

Comenzaremos por volcar nuestra atención a la pretendida autonomía de los poderes político eclesial que busca el poeta. Se busca la división de éstos, ya que se encontraban concentrados en manos de la Iglesia Católica.

Se oponen dos reinos, el terrenal y el eterno o espiritual, creados por Dios para ser gobernados uno por un emperador y otro por una autoridad papal. Nos habla en su texto Monarchia, de dos grandes luminares, en donde una cree que conserva el derecho a demandar el poder de las dos esferas, refiriéndose a la opinión de algunos coetáneos:

“Dios hizo dos grandes luminares, uno para que alumbrase durante el día y otro para que lo hiciera durante la noche. Alegoría de los dos regímenes, el espiritual y el temporal. Así como la Luna, que es el luminar menor, no tiene luz sino en cuanto la recibe del Sol, tampoco el reino temporal tiene autoridad, si-no en cuanto la recibe del régimen espiritual.” (Dante, Monarquía, 91).

Este régimen espiritual se refiere a la Iglesia, al Papado, no al poder de Dios, pues para Dante Dios inspira su quehacer político. El imperio como Institución es una creación divina. El Imperio es la concentración del poder político en manos de un monarca, que debe buscar el bien común. Es la unidad que acerca a la humanidad a la esfera divina, debe ser el esfuerzo por establecer la justicia en lo terrenal. Justicia que se conseguirá si es que se logra una unidad que asegure y luche por erradicar cual-quier injusticia para la sociedad, la cual unida en conjunto se vuelve humanidad en pro de un proyecto cívico, el bien común. Es la unidad que acerca a la humanidad a la esfera divina, debe ser el esfuerzo por establecer la justicia en lo terrenal. Justicia que se conseguirá si es que se logra una unidad que asegure y luche por erradicar cualquier injusticia para la sociedad, la cual unida en conjunto se vuelve humanidad en pro de un proyecto cívico, el bien común.


El proyecto cívico de la humanidad debe ser mantener la justicia para poder vivir en sociedad y de esta forma lograr la paz universal. La justicia, para Dante Alighieri, consiste en una rectitud, o en una regla que rechaza lo incorrecto. De esta forma la rectitud de las leyes se dictarán en función de la utilidad común. Un mismo fin para toda la sociedad civil. El mundo, por lo tanto se construirá más ordenado mientras más poderosa sea en él la justicia:

Es absolutamente necesario lograr una unidad que conserve la justicia en pro del bien común de la humanidad, esa unidad está representada por el monarca o emperador independiente de los poderes eclesiales. Es así como se expresa Dante:

“(…) el género humano es más uno sobre todo cuando hay unidad entre todos lo hombres. Y esto no puede tener lugar si no se somete totalmente a un solo príncipe, y consecuentemente, es lo más conforme posible a la intención divina; lo cual es comportarse bien e incluso muy bien.” (Alighieri, Monarquía, 16).

Es necesario que sea un sujeto el que gobierne, un monarca que salvaguarde la civilidad, en tanto que la monarquía como forma política por antonomasia es el modelo universal a instaurar en el mundo para lograr la paz universal, otorgada por la rigidez de las leyes, de la justicia en manos de un todo político, que nos acerca a lo Uno divino.

La felicidad humana no puede ser alcanzada si la humanidad no doma sus pasiones, es la razón, el intelecto, el cual nos hace universalizar las virtudes morales y nos lleva a la felicidad, en este caso terrenal.

Se nos presentan dos felicidades. La felicidad última que puede esperar la especie humana es la contemplación de Dios, felicidad eterna y sentido de perfección; percibamos ese tinte de felicidad en la Divina Comedia:

“Por la intensidad del vivo rayo que soporte sin cegar, creo que me abría perdido si hubiera separado de él mis ojos; y recuerdo que por eso fui tan osado para sostenerlo, porque uní mi mirada con el Poder infinito. i Oh gracia abundante, por la que tuve atrevimiento para mirar en la Luz eterna hasta tanto que consumí toda mi fuerza visiva!. En su profundidad vi que se contiene ligado con vínculos de amor en un solo volumen todo cuanto hay esparcido por el Universo: sustancias, accidentes y sus cualidades, unido todo de tal manera que cuanto digo no es más que un pálida luz. Creo que vi la forma universal de este nudo porque, recordando es-tas cosas, me siento poseído de mayor alegría. (... ) El efecto de la luz es tal, que no es posible consentir jamás en separarse de ella para contemplar otra cosa; porque el bien, que es objeto de la voluntad, se encierra todo en ella, y fuera de ella es defectuoso lo que es perfecto.”

El símbolo de la universalidad se expresa en un rayo luminoso, el cual es imposible dejar de contemplar e in-traducible la felicidad que genera, es la Luz Divina y eterna. Para el poeta, ésta es la felicidad última para los seres humanos.

Son las pasiones las que nos llevan, según Alighieri, a ser injustos ya no encontrar universalidad en el bien común. Es la razón la que debe guiar al Imperio en manos de su Monarca, para alcanzar la paz universal, el reino de la virtud.

La diferencia en los dos escenarios es la que fundamenta la doble conducción, con autonomía, sobre la humanidad, salvación eterna y el fin temporal de la paz universal que lleva a la felicidad. Por lo tanto la monarquía se plantea como la práctica política dirigente que logrará la paz y así la felicidad en la justicia para los seres humanos.



*Licenciada en Educación
Profesora de educación Básica, mención lenguaje y comunicación .U. Mayor
Magíster en Literatura. U. Adolfo Ibánez

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