martes, 2 de diciembre de 2014

Incomunicadamente comunicados






Pamela Salinas*


Si bien la comunicación es la mayor y principal herramienta que tienen los individuos para expresarse y vincularse socialmente, en estos últimos tiempos nos vemos enfrentados al sin sentido que involucra a mayor conectividad global, menor comunicación personal. Es sumamente sencillo apretar una tecla y enviar un mensaje o que este se escriba “predeterminadamente” o reemplazar palabras por figuras u otros íconos.

Hace unas décadas atrás era impensada la posibilidad de conectarse sincrónicamente con cualquier persona lejana, la comunicación tardaba días y hasta semanas; mas ahora esta se da instantáneamente. Sin embargo, a medida que aumenta la rapidez de las comunicaciones, es más difícil darnos cuenta que en la relación con nuestro núcleo más cercano estamos cada vez más incomunicados; vale decir, tenemos menos conciencia del verdadero valor del acto comunicativo: el intercambio de ideas, valores y emociones.

¿Estamos comunicados o solo conectados? Indudablemente la tecnología actual permite multiplicar las formas de interacción entre seres humanos; no obstante, crea -a su vez- aislamiento y competencia, debido a que solo permite la inmediatez y globalidad de textos, pero no necesariamente posibilita la efectividad del mensaje. Así, el contenido que deseamos transmitir se comprime en un correo electrónico breve e impersonal o en un mensaje de texto lleno de abreviaturas transgresoras de la ortografía. De esta forma, en ese aparente estatus de comunicación ficticia o conectividad aislada se produce el quiebre de la comunicación interpersonal, cuyo sustento reside en las relaciones de comunión y de vínculo, que va más allá del mero intercambio informativo como ocurre en estos momentos.

Evidentemente la incomunicación y la falta de cercanía afectiva predomina en nuestra sociedad y esta carencia de vínculos con los demás no se puede reemplazar por una conectividad a distancia. Es necesario establecer relaciones “tradicionales” con la familia, amigos y compañeros. Es más, es posible ver que las tecnologías están presentes a modo de “intruso” en nuestras aulas (ya que en el teléfono inteligente confluyen todas las tecnología y redes actuales), pues los estudiantes se distraen “comunicándose”: leyendo correos, actualizando estados en redes sociales, respondiendo mensajes instantáneos. Esta situación era impensada y no porque ahora se esté efectuando es sinónimo de que está correcto. Es una comunicación mal entendida.

Pero entonces, ¿qué hacemos al respecto?. Es imperativo que nuestros estudiantes comprendan el valor de una clase, del intercambio de opiniones y que es fundamental que presten atención a cada momento de la sesión. Nada será tan urgente como para estar pendientes del teléfono constantemente. Es necesario que los docentes reforcemos la necesidad de la escucha activa y no solo la presencia física al interior de la sala de clases. Si un futuro educador no es capaz de concentrarse, asimilar contenido y experiencias y participar en clases, pues está totalmente abstraído en el mundo virtual, claramente no es un buen signo del formador que será.

Es urgente dar sentido y valorar la comunicación como un intercambio de ideas y sentimientos, utilizar las palabras y gestos con el valor de refuerzo, sin que se contradigan con el mensaje emitido.

La incomunicación no se limita solo a la ausencia de comunicación, sino también es el reflejo de la ausencia de los valores morales esenciales del ser humano, como la entrega, la confianza en los demás y, sobretodo, el respeto.

Como docentes, nuestro compromiso consiste en evitar la incomunicación, en cualquiera de sus manifestaciones, pero fundamentalmente al interior de la sala de clases; ser conscientes del valor de la conversación frecuente con nuestros alumnos puede producir beneficios inimaginables. Así también, incentivar y fomentar el respeto de la opinión de los demás, destacar los méritos por sobre los defectos o errores del otro y compartir experiencias. Nuestro aporte, en definitiva, podrá rescatar la comunicación efectiva entre una parte de los seres humanos: nuestros alumnos.


*Profesor de Estado en Castellano, USACH
Lic. en Educación, USACH
Magister en Gestión Educacional, USACH
Profesora Facultad de Educación

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