lunes, 12 de enero de 2015

Interpretación del modelo antropológico

“El hombre, un ser indefenso, debilidad que debemos transformar en fortaleza”




David Torruella*


Se preguntarán algunos, si somos unos seres indefensos o muy por el contrario, somos una potencialidad permanente de crecimiento y desarrollo. Algunos estarán convencidos, acaso, que existe un déficit biológico en la especie humana, por cuanto afirman que el hombre es un animal profundamente desvalido en comparación con el resto de las especies. Para fundamentar la imagen del hombre indefenso, diremos que el hombre no tiene ojos como el águila, no tiene dientes y garras poderosas como el león, no tiene la piel vellosa abundante como el oso, y no tiene la velocidad del jaguar o del ciervo silvestre.

Seguramente los factores fisiológicos justifican esa mirada que hace del hombre una especie desvalida, por cuanto ven en los componentes de lo humano un sistema de órganos no suficientemente adaptados para las funciones que ha de desarrollar en el sostenimiento de la vida humana, ni suficientemente adaptado para la satisfacción de sus necesidades. Suman a lo anterior la larga e incomparable necesidad de protección y la pobreza instintiva en el género humano. Basta para afirmar aquello, observar la infancia de tal especie. Insisto que lo anterior parece justificar aquél dicho: “el hombre es un ser indefenso”. Los educadores tendremos que enfatizar que aquella carencia se convierta en una riqueza, por cuanto impulsa al hombre a desarrollar considerables ventajas sobre el resto de los seres, reflejado en su capacidad de construir cultura y servirse de todo lo que crea.

Muchos dirán que el hombre solo transforma o une las cosas con el único objeto de subsistir, y esa transformación de las cosas en instrumentos deberá realizarlas para superar todas las dificultades de su debilidad, por cuanto como un ser indefenso, seguirá transformando las cosas y esa será su forma de lucha permanente para seguir sobreviviendo.

Bajo aquella perspectiva del hombre indefenso, pero de naturaleza con capacidad creadora para defenderse, podría llegar a ser una naturaleza muy peligrosa y siniestra, por cuanto es una dimensión ya no biológica, sino cultural y el espíritu de defensa del hombre lo podría llevar a despertar deseos persistentes y hambrientos por crear y transformarlo todo, cuestión que terminaría siendo también perjudicial para la especie humana. Muchas veces es una naturaleza desvirtuada, que actúa sin razón y sin límites por crear, no para defenderse, sino para poseer antojadizamente todo y sin justificación por lo que crea o transforma. Como bien parece sintetizarlo Barrio, en una visión antropológica, (Barrio, J. 2010: 88) señalando que; “aquella capacidad creadora del hombre, conforma su naturaleza cultural y no biológica” que es parte de su segunda naturaleza como lo pretende interpretar de Arnold Gehlen, reflejada esa segunda naturaleza, en lo particular de su lenguaje y en las instituciones sociales que ha creado el hombre para poder sobrevivir. Aquello es la cultura que aparecerá como un mundo compensador de la negativa dotación orgánica del hombre. Por otro lado, Barrio (2010) señala que Adolf Portamann, profundiza sobre el nacimiento fisiológico prematuro del animal humano, verá en el hombre un ser en gestación, con una condición de posibilidad de un estrato supra biológico, espiritual y cultural, que se desarrolla y lucha a diario para sobrevivir. El hombre es para aquél un ser en gestación, un embrión, un ser inacabado y con un prematuro sistema biológico, obligado a desarrollar una forma de vida espiritual o cultural, que se manifiesta inicialmente en una estructura biológica humana, cuya realización sólo es posible con contactos sociales intensos y con múltiples actos de aprendizaje, relacionándose el hombre con el mundo cultural que ha recibido como herencia de sus predecesores (Dienelt, 1980: 58-59) y que requiere preservar o mejorar, para poder mantener su propia especie y sobrevivir ante su indefensión.


REFERENCIAS:
Barrios, J. M. (2010) Elementos de Antropología Pedagógica. Madrid. Ediciones Rialp.
Dienelt, K (1980) Antropología Pedagógica, Madrid, Ediciones Aguilar


* Profesor de Estado en Historia y Geografía
Magíster en Ciencias de la Educación. Mención en Adm. y Gestión Educacional.
Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Abogado

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