martes, 13 de enero de 2015

Pedagogía chilena


Álvaro Véjar*

A lo largo de la historia de la educación chilena se ha dado un dinamismo complejo entre las épocas de luz y oscuridad que esta presenta, siendo relevantes situaciones pasadas en que Carreño regía por sobre toda normativa urbana, hasta nuestros tiempos contemporáneos, opacados por la impersonalidad que nos obsequia hoy la tecnología.

El presente problema se viene configurando de forma potente con el pasar de los años, provocando que el auge tecnológico crezca de forma directamente proporcional con la apatía general de la sociedad. Cuestiones como esta han de ser bombardeadas y coartadas por agentes sociales con conocimiento y disposición al bien social, características integras de un buen docente.

La realidad hoy ofrece amplios márgenes de discusión, en la que diversos actores opinan acerca de la situación educativa nacional, cada uno desde su rol y ocasionalmente de forma nefasta para la sociedad en pro del provecho propio. Si bien la educación chilena no presenta un nivel precario en calidad según opinión internacional (muy por el contrario), nadie puede opinar de mejor manera que quienes constituyen la educación, siendo centrales los pedagogos y los educandos.

A pesar del optimismo con que se ve la realidad educativa, lo correcto es afirmar que queda mucho por mejorar y cambiar para concebir un trabajo dignificante, grato y de positivo impacto en el aula. Partiendo por las necesidades básicas de un docente, es necesaria la inclusión de las horas de planificación en las horas laborales, un diálogo constante con el gobierno, y el integrar a los alumnos y su opinión sobre cómo mejorar la educación. Los actores más influyentes en la toma de decisiones actualmente son los políticos, pero de forma coherente son los que menos voz debiesen tener en consideración a la educación; aprender no se debe constituir como un negocio, donde el que más tenga, mejor sepa. Esta realidad es conocida por todos, pero escasamente tratada por quienes gobiernan.

Lo anterior muestra a Chile padeciendo una suerte de “enfermedad autoinmune”, la cual se explica con la premisa de que mientras más se progrese, mejor. La contraindicación de lo expuesto, se vislumbra de forma expresa en la realidad capitalina: una vida en que se utilizan 45 hrs. semanales dedicadas a la profesión, tiempos exagerados de transporte para concretar el destino, sed de adquisición y subestimación de las relaciones humanas. Los márgenes de la libertad del vivir se enfrascan en esta realidad, borrando y pasando por alto momentos de esparcimiento, aprendizaje por el amor al saber y la importancia de la comunicación y el diálogo, cuestiones sanadoras para el estrés y fundamentales para el goce de la vida.

Todas las situaciones abordadas giran en torno a la influencia de quien se encarga de otorgar herramientas para sobrevivir a la trastocada realidad global. Los héroes anónimos que deben velar por la normalización de la ética, la validación de los derechos y el desarrollo del criterio y el aprendizaje en el alumnado, han de mejorar un cambio real, tomando el testimonio de los antiguos y mirando a futuro para generar los cambios que permitan sanar la ignorancia y superficialidad que aqueja a nuestra patria.

*Alumno de Ped. en Artes Musicales

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